A principios de los ochenta, en plena dictadura militar, el movimiento obrero resistía como podía el plan económico de Roberto Alemann, la gravísima depresión económica y los despidos.
Envalentonado por la segunda huelga general y la manifestación a San Cayetano, el 30 de marzo de 1982 convocó al “pueblo de la Patria”, no solo a la clase obrera, a concentrarse a las 17 horas en la Plaza de Mayo para “decir basta a este proceso que ha logrado hambrear al pueblo sumiendo a miles de trabajadores en la indigencia y la desesperación”.
El presidente de facto, Teniente General Leopoldo Fortunato Galtieri, prohibió la movilización y el acto invadiendo la histórica plaza con un ejército de uniformados y de civil para impedir el acceso de las columnas sindicales y los miles de simpatizantes espontáneos.
30.000 manifestantes en Buenos Aires, al igual que en las principales ciudades del país, fueron violentamente reprimidos con 6 heridos de bala, miles de contusos y un mártir, José Benedicto Ortiz, dirigente de los cementeros e integrante de la CGT Regional.
La resistencia popular excedió a los manifestantes encolumnados y se expandió a las esquinas, a los balcones y a las bocacalles donde se agrupaban para tirarles piedras a los represores al grito de “Se va acabar…la dictadura militar”.
Ubaldini, Ricardo Pérez, José Rodríguez, Romero, Alonso (judiciales) y Loza (portuarios), integrantes del Consejo Directivo de la central obrera, fueron encarcelados y nunca pudieron entregar un documento consensuado de 7 carillas donde, entre otros temas, se pedía por los Desaparecidos.
Por la noche, la CGT combativa expresó que el régimen militar “está en desintegración y en desbande” y reclama “un gobierno de transición cívico-militar hacia la democracia”.
Los días de la dictadura estaban contados.. Cuando perdieron la guerra, las cosas se precipitaron pero fue la resistencia popular de esos años con sus formas, con sus métodos, expresada en tantas y tantas luchas ocultas…- analizó años despues Víctor De Gennaro, quién encabezó la marcha con el cartel de “Paz, Pan y Trabajo” junto a Saúl Ubaldini y los dirigentes de la CGT Brasil, los 25, las Agrupaciones Peronistas y, claro, sus compañeros de la agrupación ANUSATE que soñaban con recuperar el gremio.