Atravesado por una enfermedad que ya hacía estragos, a fines
de 1992, el secretario General de ATE Capital y diputado nacional Germán Abdala
había decidido abandonar el tratamiento médico en los EE.UU y regresar a
Argentina. Con las últimas fuerzas apoyó el nacimiento de la CTA en un colmado
gimnasio en noviembre de 1992 y se despidió de sus compañeros y compañeras tras
recibir miles de caricias que apenas toleraba su cuerpo dolorido.
Meses después, un 13 de julio como hoy, sin velorio ni
coronas fue cremado en el cementerio de La Chacarita y sus cenizas luego
esparcidas en el mar de Santa Teresita, su lugar en el mundo.
Su currículum militante registra su participación en la
filas de la resistencia obrera a la dictadura y la lucha por el retorno de la
democracia y los derechos humanos; el logro de recuperar un sindicato de los
cómplices dictatoriales con libertad y democracia sindical y la audacia, cuando
creyó que con eso no alcanzaba, de fundar junto a muchos una central
alternativa y la semilla de un movimiento político.
Fue un compañero con una ética irrenunciable, una sonrisa
compradora y la ventaja que da la simpatía. Le tocaron en suerte virtudes
esenciales para la política y para la vida: claridad conceptual, cabeza
abierta, espíritu solidario, oratoria, buena imagen, poder de convencimiento,
mañas discursivas, picardía bien usada, intuición y buena leche.
En 1975 Víctor De Gennaro lo hace entrar como pintor en los
Talleres de Minería y se convirtió en trabajador del Estado,
afiliado a ATE y militante sindical tiempo completo. Tenía 20 años, el pelo
largo y el espíritu transformador propio de la juventud maravillosa. Pero la
felicidad duró poco. A los 3 meses de entrar en el Estado, se produce el golpe
militar y todo cambia de un plumazo.
Unos desde adentro y otros desde afuera del gremio
comenzaron a resistir a la dictadura y a la auto intervención. Menos de dos
años después, daban inicio a una agrupación sindical, a escondidas de la
represión, a la que llamaron Agrupación Nacional Unidad y Solidaridad en ATE:
ANUSATE.
Para 1983, con la llegada de la democracia, ya era el
candidato a secretario general de la seccional porteña y, su amigo “el Tano” De
Gennaro, el candidato para ATE Nacional. En noviembre de 1984, las urnas
legalizaron lo que la militancia ya había legitimado. La verde ANUSATE conducía
los destinos del viejo sindicato y recuperaba la organización para los
trabajadores estatales. Abdala pasó a ser el secretario general más joven de la
historia de ATE Capital con solo 29 años.
En 1989 fue elegido Diputado nacional por la ciudad de
Buenos Aires y junto al Grupo de los 8 enfrentó las políticas neoliberales de
su propio partido tanto en el Congreso nacional como en la seccional porteña de
ATE.
Desde ese recinto llevo adelante la denominada Ley Abdala que otorga el beneficio de las Convenciones Colectivas a los trabajadores y trabajadoras del Estado Nacional.
En estos tiempos de Pandemia y cuarentena, no viene mal
recordar sus palabras a la hora de enfrentar con valentía y decisión su
devastadora enfermedad: “Muchas veces me
planteé el balance mirando hacia atrás. Si hoy me tocara dejar de vivir estaría
conforme, y la verdad es que no tengo nada de que arrepentirme, de lo que he
hecho y lo que he vivido plenamente, dando lo mejor que tenía, con total
honestidad. Esto también me hace encontrar más fuerzas.
Después de haber
estado once meses en cama sin poder pararme, el volver al sindicato, el volver
a la Cámara, el volver a las reuniones fortalece mucho; porque la gente con la
que uno se encuentra da todo su afecto y lo apoya para que uno haga las cosas.
Estos son los
replanteos que te traen la enfermedad, y después, la necesidad de que no
importa cuánto sea el tiempo sino que durante todo este tiempo se haya hecho lo
necesario y se lo haya estado viviendo plenamente”.