El 28 de diciembre 1996 no hubo bromas ni alegría por el Día
de los Inocentes en el Instituto Nacional de Microbiología Carlos Malbrán. La
razón: la llegada de telegramas de despido para 49 investigadores y
trabajadores que se desempeñaban en esa estratégica institución dedicada a la
elaboración de productos biológicos para el diagnóstico, tratamiento y
profilaxis de enfermedades infectocontagiosas, fundada a instancias del doctor
y senador catamarqueño Carlos Malbrán en 1916, tras los estragos causado por la
Fiebre Amarilla décadas atrás.
La misma broma de mal gusto aquejaba a un centenar de
investigadores pertenecientes a los otros siete Institutos de Salud que
dependían del Ministerio de Salud de la Nación y se ocupaban de áreas
trascendentes como la epidemiología, enfermedades respiratorias, parasitología,
endemo-pandemias, enfermedades infecciosas y virales, entre otras.
El autor del chiste de mal gusto fue el presidente Carlos
Menen, durante su segundo mandato, que envió al Congreso Nacional un proyecto
de restructuración de ese sector de la salud en el marco de la denominada
Segunda Reforma del Estado.
Tras la privatización de las empresas nacionales de
electricidad, agua, telefonía, combustibles, transportes y demás servicios
estratégicos, enfocaba sus cañones entreguistas hacia la investigación
científica de la Salud Pública con el Ministro Alberto Mazza como artillero
privatista. El mismo que comandó la desregulación de las Obras Sociales y que
benefició a la medicina prepaga. No por nada había sido presidente de la
Asociación de Entidades de Medicina Privada y de Galeno.
La otra sospecha era la intención de trasladar el Instituto
ya diezmado y vender sus valiosos terrenos para proyectos inmobiliarios reñidos
con la concepción sanitarista y de defensa de la Salud Pública que otro
ministro de Salud había establecido durante el gobierno de Perón: el gran Ramón
Carrillo.
La iniciativa intentaba ser un golpe mortal al prestigioso centro de investigación
microbiológica a nivel internacional en el que habían trabajado, nada más y
nada menos, que dos premios Nobel Bernardo Houssay y César Milstein. Y tras el
achicamiento, seguramente la privatización.
Los que luchan y los
que niegan
Como siempre hubo dos reacciones bien distintas. La Unión
Personal Civil de la Nación (UPCN) negó los despidos, ninguneó la resistencia y,
previamente, confeccionó una lista de los que no debían ser echados. Una vieja
costumbre que aún hoy goza de buena salud.
Por otro lado, la Asociación Trabajadores del Estado (ATE) y
la Asociación de Profesionales del Malbrán iniciaron rápidamente un Paro por
tiempo indeterminado y la toma con permanencia pacífica del Instituto hasta que
todos los compañeros y compañeras fueran reincorporados.
A partir de ahí comenzó una resistencia heroica de los y las
trabajadores de la salud (empleados administrativos, de mantenimiento y
técnicos químicos) junto a científicos e investigadores que, en muchos casos,
llevaban décadas aportando su conocimiento a esa esencial actividad.
Una resistencia en la que no estuvieron solos porque rápidamente
se sumó la solidaridad de un sinnúmero de organizaciones sindicales, sociales,
políticas y de Derechos Humanos que acompañaron día a día un paro que duró 202
días y una ocupación del edificio que se sostuvo durante 184 jornadas con
movilizaciones, actos, festivales culturales, conferencias de prensa y todo
tipo de actividad que sirviera para visibilizar el conflicto.
Fueron 40 los empleados del Malbrán que sostuvieron la toma
y ocupación del edificio tanto de día como de noche, organizados en guardias.
Así pasaron la noche de Fin de año y esas fueron sus vacaciones de verano…y casi
de invierno.
Con ingenio y un enorme espíritu de lucha planificaron y
realizaron marchas de antorchas, movilizaciones al Ministerio de Salud y a la
Jefatura de Gabinete, clases públicas frente al Congreso Nacional, festival de
murgas y recitales solidarios de los que participaron grandes figuras y bandas
como Memphis, la blusera, entre otros.
La solidaridad, a medida que se mantenía la lucha, iba
creciendo exponencialmente con la presencia de los medios nacionales, la
televisión y el acompañamiento de la recientemente fundada CTA con Víctor De
Gennaro (secretario nacional) y Fabio Basteiro (CTA porteña) a la cabeza.
ATE Nacional y ATE Capital se hacían presentes en cada
jornada acompañando al secretario General de ATE Malbrán, Rubén Mosquera; a
Flavio Vergara, su adjunto (hoy vocal del CDN) y a la histórica militante de
ANUSATE, Eva Mora. Sin olvidar a las representantes de los y las profesionales,
Mónica Tous y Cecilia Freire.
Se organizó una
Multisectorial de apoyo a la lucha con la presencia de las organizaciones de
médicos, sindicatos, partidos políticos, organizaciones barriales y sociales
que sostenían la patriada con la convicción de que, como decían los carteles
que adornaban el viejo edificio, “la
única lucha que se pierde es la que se abandona”.
Así pasaron también Adolfo Pérez Esquivel, Nora Cortiñas
(¡Cuando no!), Marta Maffei (en un alto de otra lucha gloriosa, la Carpa
docente), el filósofo León Rozitchner, el periodista Osvaldo Bayer y el artista
de los que pelean, Ricardo Carpani, cuyas ilustraciones motivaban a los
ocupantes pacíficos y empedernidos. O los dirigentes del MTA: el camionero Hugo
Moyano y el dirigente de la UTA, Juan Manuel Palacios, quienes se presentaron
el 31 de diciembre con Pan Dulce.
El gobierno envió a la Policía Federal
para amedrentarlos y desconoció la orden de la Justicia de reincorporarlos
mientras ellos no se inmutaban ni ante eso ni ante las amenazas anónimas que recibían.
Así pasaron
más de 6 meses hasta que la resistencia tuvo resultados: todos fueron
reincorporados y volvieron a sus puestos de trabajo. El 1° de julio de 1997 en
un emotivo acto los 49 trabajadores del Malbrán firmaron su reincorporación al
conmovedor grito de “que se metan en el culo la Reforma del Estado”.
Luego vino la
creación de la Administración Nacional de Laboratorios de los Institutos
de Salud (ANLIS), la instalación del único laboratorio de seguridad biológica
de nivel 3 en toda América del sur y la continuidad de los logros científicos
-como la decodificación completa del genoma del ultimo virus de la gripe A1/H1).
Pero siempre mechados con carencias, precarización, salarios
paupérrimos, vacantes perdidas, falta de reactivos, recorte de insumos,
instalaciones deterioradas y destacados profesionales que buscan mejor
remuneración en otros ámbitos.
En estos días de Pandemia y cuarentena, es necesario pensar
qué hubiera sido del Malbrán con su estratégica función si no hubiera existido
aquella lucha inagotable contra los que buscaban liquidar el instituto. Porque
a las luchas no solo no hay que abandonarlas, tampoco hay que olvidarlas.