ATE

A pocas semanas de concluir su segundo mandato al frente de la organización, el Secretario General de ATE Nacional, Hugo ‘Cachorro’ Godoy, fue entrevistado para la próxima edición del periódico del sindicato, ‘El Trabajador del Estado’.

Hugo ‘Cachorro’ Godoy dialogó con ‘El Trabajador del Estado’ a semanas de dejar la Secretaría General luego de dos mandatos. En la entrevista, que saldrá publicada en la próxima edición del periódico de ATE, el dirigente hizo un recorrido por los años al frente del sindicato, y subrayó el crecimiento, las transformaciones y el legado de ideas y pensamiento que respaldaron una lucha colectiva incesante, sin respiro, en la disputa por un Estado más democrático y popular.

¿Qué balance hace en este final de mandato al frente de la Asociación Trabajadores del Estado?

En el 2011 asumí como Secretario General Adjunto acompañando a Julio Fuentes en la Secretaría General. Cuatro años después asumí el cargo de Secretario General, rol que seguí ocupando por un mandato más. Fueron 12 años muy intensos en la vida del país. En el 2011 comenzaba el segundo mandato del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, y había muchas divisiones en el campo popular. Fueron tiempos de debate sobre las estrategias que nos permitieran llegar al triunfo de las expectativas que se habían abierto a partir de la rebelión del 2001, era necesario además articular eso con estrategias de unidad a nivel latinoamericano y caribeño. Hacía muchos años que no se podía generar una posibilidad de confluencia de gobiernos de signo popular y nacional; algunos de carácter neodesarrollista, otros planteando el debate alrededor del socialismo en el siglo XXI. Pero lo cierto es que eran la expresión de un tiempo en el que las rebeliones populares habían aflorado: El Caracazo en el ’98, el Argentinazo en el 2001, la Guerra del Agua en Bolivia, entre otras expresiones que brindaban condiciones muy favorables para poder llevar adelante un proceso de transformaciones profundas.

Acceder a la conducción nacional de un sindicato como ATE, aunque no era algo que me fuera completamente ajeno porque venía de ejercer la conducción de ATE en la Provincia de Buenos Aires –que es el CDP más grande del país-, me permitió manejar una responsabilidad muy grande en un tiempo de muchas expectativas y de una gran riqueza en el debate público. Fueron años en los que habíamos puesto en marcha la experiencia de la Constituyente Social desde la CTA. Al mismo tiempo atravesábamos fragmentaciones que fueron fomentadas incluso desde algunos sectores gubernamentales del campo popular, como por ejemplo la fractura de la CTA en el 2010. Fueron tiempos de claroscuros y de mucha riqueza de debates e ideas.

Inmediatamente después de eso, quizás inclusive por estas contradicciones, debilidades y fragmentaciones del campo popular, fue posible que Mauricio Macri llegara al gobierno. Por primera vez en la historia Argentina tuvimos un gobierno conservador y reaccionario que no había llegado al poder a través de un golpe de Estado. Y le dimos batalla ganando las calles con un sindicato movilizado.

Estos últimos cuatro años se dieron en el marco de un gobierno que abrió las expectativas de que iba a enfrentar abiertamente a las imposiciones del Fondo Monetario Internacional, de las políticas neoliberales. Lamentablemente no ha sido así. Estas fuertes frustraciones no son sólo de este último gobierno sino que vienen de 40 años de democracia en los que se han profundizado los principales problemas: 40 por ciento de pobreza, 10 por ciento de la población con hambre, generalización de la precarización laboral, debilitamiento de las estructuras del Estado para sostener políticas soberanas y emancipadoras ante las imposiciones del FMI y otros dispositivos que desde Estados Unidos –como imperio decadente, pero imperio al fin- y de las grandes transnacionales quieren imponer sobre nuestras sociedades.

Hoy más que nunca el rol de la clase trabajadora es el de poder aportar a la construcción de una estrategia de poder que venza al neofascismo –hoy expresado muy claramente por Milei y en un sentido de reinstaurar la experiencia macrista también expresado por Bullrich-. Hay que trabajar para que no accedan al gobierno, pero también hay que discutir que lo que acceda al gobierno sea un pueblo movilizado y no la perspectiva de seguir subordinados a las imposiciones del FMI o del imperio norteamericano. Se está cerrando un ciclo que se había abierto en el 2001, pero se está abriendo otro. Y es en la apertura donde está la posibilidad de una construcción de esperanza.

Hay una esperanza pasiva que es la de esperar y delegar en otros u otras, pero también hay una esperanza activa, una llama viva de transformaciones que necesariamente requiere construir soberanía, emancipación de nuestros pueblos, nuevas formas de participación y nuevas institucionalidades para fortalecer al Estado frente al neoliberalismo.

La voluntad y la decisión política garantizan la posibilidad de las transformaciones. Yo creo que sí puede ser modificado porque la humanidad, a lo largo de la historia, siempre ha podido construir respuestas mejores.

¿Cuáles son las características que hacen de ATE un sindicato en crecimiento y con tanta representatividad?

Somos muy conscientes de que el destino de los trabajadores estatales está atado al destino del pueblo argentino y, por lo tanto, atado a la posibilidad de transformar al Estado para volverlo más democrático y popular. Hay quienes ubican a ATE entre la corriente de gremios para la liberación, con un profundo sentido revolucionario, pero lo cierto es que tiene un profundo compromiso político que va más allá de lo estrictamente sectorial. Desde ese punto de vista, estos 12 años han sido de una complejidad política muy grande.

En el 2015 sufrimos una crisis importante en nuestra Agrupación ANUSATE, porque había quienes pensaban que había que plantear relaciones de dependencia con el gobierno de turno, otros que planteaban que había que ir a posiciones más duras en la oposición. De hecho, de las cinco listas que hubo, tres estaban encabezadas por compañeras y compañeros que éramos parte de ANUSATE: La Verde, que me correspondió la responsabilidad de conducir; la Verde y Blanca; y la Naranja, más ligada a los sectores de la izquierda trotskista. Ese debate se trasladó a todo el país y comencé mi mandato como Secretario General con nueve provincias que habían sido ganadas por sectores subordinados al gobierno kirchnerista y una provincia que quedó en manos de la izquierda. Fue un tiempo de rediscutir la estrategia de ANUSATE y, de hecho, lo hicimos en medio de la confrontación plena con el gobierno del macrismo en el 2015.

No eran solamente las contradicciones dentro del campo popular lo que estaba sucediendo, sino que también hubo una ofensiva fuerte con mecanismos como el Lawfare, la guerra judicial y ese tipo de ataques que fueron parte de la ofensiva de los sectores de la reacción conservadora, de la contraofensiva conservadora que intentaba hacer retroceder las conquistas de los trabajadores. En algunos sentidos lo lograron, y en otros pudimos resistir desde una estrategia que en ATE nos enorgullece decir que no nos quedamos encerrados en las internas comiéndonos el hígado o mirándonos el ombligo: Lo primero que hicimos fue salir a confrontar con las políticas reaccionarias y neoconservadoras del macrismo. Fuimos el primer gremio que convocó a un Paro, el 24 de febrero de 2016 –dos meses y medio después de que hubiera asumido el gobierno de Macri-. Llenamos la Plaza de Mayo con un fuerte acompañamiento de distintos sectores del campo popular. Eso fue una clave de la estrategia política de nuestra ANUSATE en aquel tiempo: Trabajar prioritariamente en la reconstitución de la unidad del movimiento popular. Creo que eso fue lo que nos permitió, tras cuatro años de estar permanentemente en las calles, vencer también en las urnas al macrismo en el 2019.

¿Cómo se puede continuar en el fortalecimiento del sindicato de cara al futuro?

ATE y la CTA crecen en la lucha, crecen en la capacidad de ser instrumentos de lucha de la clase trabajadora ante las políticas neoliberales. Pero también crecen al poner en debate cuáles deben ser las estrategias del campo popular. Porque así como cuando enfrentábamos a la dictadura genocida respondíamos a la consigna de Videla y Martínez de Hoz ‘achicar el Estado para agrandar la Nación’ con nuestra propia consigna ‘fortalecer el Estado para liberar la Nación’ –consigna que guió a nuestra agrupación en el proceso de recuperación democrática del gremio-, en este tiempo decíamos que no alcanza con fortalecer el Estado, porque las políticas menemistas, e incluso políticas desarrolladas con posterioridad, fortalecían al Estado pero en el ámbito represivo.

Recuerdo una imagen muy fuerte de cuando todavía no estaba en la conducción de ATE, allá por el año 2002, cuando era Secretario General de la CTA de la Provincia de Buenos Aires: Inauguramos la primera regional de la CTA exclusivamente conducida por una experiencia de una organización territorial: El Movimiento Chicos del Pueblo en General Rodríguez, encabezada en aquel momento por el compañero Omar Giuliani, que hoy es el Secretario General de la FENAT. El compañero es referente de Ruca Hueney, una experiencia que arrancaba en aquel momento conformando un merendero en un pequeño local de las afueras de General Rodríguez. El mismo día que inauguramos ese local, a diez cuadras se inauguraba la primera base de asentamiento con 100 efectivos de la Gendarmería Nacional. Hoy, la Gendarmería y la Prefectura en el Gran Buenos Aires deben tener no menos de 3.000 efectivos custodiando, supuestamente, la seguridad en el conurbano bonaerense. O sea que la estructura represiva del Estado no alcanza para fortalecerlo. Por eso nosotros decimos que hay que democratizarlo y construir un Estado popular abriendo las puertas a la experiencia de las organizaciones libres del pueblo.

Sólo se transforma con el pueblo movilizado. Eso fue lo que nos guió en la lucha contra el macrismo, y fue lo que nos guió también tras el triunfo en las urnas del 2019 y durante los últimos cuatro años. Tuvimos que enfrentar primero dos años de mucha incertidumbre por la pandemia, cuando hicimos que el gremio se mantuviera abierto y en funcionamiento, produciendo vacunas, barbijos, y militancia movilizada para la detección de casos de la enfermedad, y para formar y educar sobre prevención de contagios. El otro aspecto es el de crecer en la lucha: En la lucha de la formación política de nuestros cuadros, en la lucha de abrir el gremio a la comunidad en cada territorio, de extenderlo en el territorio.

Hubo tres consignas que nos planteamos en el 2015, que fueron: Primero el crecimiento en afiliaciones para llegar a los 500 mil afiliados – y ya hemos crecido mucho, ya que empezamos con 250 mil y hoy somos 342 mil-. Segundo el crecimiento en cantidad de Seccionales –teníamos alrededor de 160 Seccionales y ahora hay 188 en todo el país, de hecho el sector que más creció es el de los trabajadores organizados del ámbito municipal-. Y tercero la elección y formación de delegados y la reforma del Estatuto por uno sindicato más abierto, más democrático –cosa que hemos podido llevar adelante en este último período-.

¿Qué impacto tendrán esas transformaciones al sindicato en los tiempos que vienen?

Hoy se ha definido en las elecciones de ATE una nueva conducción encabezada por Rodolfo Aguiar y Mercedes Cabezas –quienes actualmente son Secretario Adjunto y Secretaria de Organización- pero será la primera conducción nacional que tiene una mujer como parte de la Secretaría General en sus 98 años de vida.

En esas elecciones que tuvimos en agosto se eligieron alrededor de 6.200 dirigentes entre miembros de comisiones directivas y congresales. La mitad de ese grupo son mujeres. Son compañeras y diversidades que hemos incorporado en la representación igualitaria en las comisiones directivas. Hemos hecho crecer además al secretariado para incorporar la Secretaría de Género y Diversidad, la Secretaría de Convenios Colectivos. En las provincias también se incorporó la Secretaría de Salud Laboral. Además incorporamos a los Centros de Jubilados a las conducciones tanto nacional, como provinciales, de manera orgánica y permanente.

Otro aspecto fundamental de la reforma del Estatuto tiene que ver con los delegados. Cualquier trabajador o trabajadora que ingrese en el sindicato y se afilie tiene el derecho de elegir y ser elegido delegado. Y no puede haber un solo lugar de trabajo donde no se elija delegados a través del voto directo y secreto. Si no lo hace la Seccional, la obligación del convocar a la elección es del Consejo Directivo Provincial, y si el CDP no lo hace, la responsabilidad es del Consejo Directivo Nacional. Es un derecho que tiene el trabajador afiliado no solamente a una herramienta organizacional de la estructura del sindicato, sino un derecho que como clase trabajadora tenemos de acrecentar la capacidad de organización en cada lugar de laburo, en cada territorio donde habita nuestro pueblo y se desarrollan los sueños de construir una Patria grande para todos y todas.

El nuevo Estatuto, que limita la cantidad de mandatos que las y los dirigentes pueden ejercer en continuidad, ¿busca democratizar la participación interna?

Esa idea tratamos de que no fuera solamente una formulación en el Estatuto, sino que se trate de un mandato político. De hecho, yo voy a dejar de ser Secretario General a pesar de que el nuevo Estatuto comienza a regir recién a partir de este período. Pero yo ya llevo 12 años en la Secretaría General, y me parece que ya era tiempo de abrir a esa participación, fundamentalmente como una señal muy fuerte hacia el conjunto de la estructura del sindicato. Cuando uno tiene un cargo de responsabilidad, es una referencia y, por lo tanto, alienta conductas. En ese sentido para mí es muy importante alentar ese sentido de la construcción colectiva. Es la idea que planteaba Germán Abdala, la de crear un monstruo de mil cabezas. Construir ese monstruo de mil cabezas y una legalidad para cada trabajador que se organiza en cualquier metro cuadrado del territorio nacional es la garantía de que el espíritu revolucionario y transformador que alentamos desde ATE no se pueda coartar.

Después están los debates políticos, que son legítimos al interior de cualquier estructura. Lo que garantizamos en ATE es la autonomía del sindicato respecto de patrones, gobiernos y partidos políticos. Hay distintas corrientes de pensamiento político y es legítimo que así sea tanto en ATE, como en la CTA. El sentido de nuestra lucha es el de construir poder para derrotar esos modelos coloniales y explotadores.

¿Qué ejes centrales primaron en estos 12 años en la conducción del sindicato?

Territorialidad, fuerza organizada, debate político alrededor de la construcción de un Estado democrático y popular. Y no sólo debate, sino también acción en la democracia y la participación interna. En pleno 2001, cuando estaba en debate la salida de esa crisis en la que habíamos vencido a las políticas neoliberales impuestas por el menemismo y De la Rúa, la CTA ya se había erigido en una referencia de un sindicalismo de un nuevo tipo con democracia, participación y construcción de unidad de la clase trabajadora. Pero unidad no de los aparatos, no de las siglas o de un grupo de dirigentes, sino una unidad más profunda. Los principales objetivos de la dictadura eran descartar y sacar de la sociedad a más de un tercio de las y los argentinos. Videla y Martínez de Hoz querían eso y, lamentablemente, hoy estamos en una realidad con un 40 por ciento de nuestro pueblo empobrecido y con un 10 por ciento que padece hambre. Esa es la gran deuda de nuestra democracia. Esta idea de construir un Estado con una fuerte unidad de los sectores populares requiere una clase trabajadora organizada en torno a un nuevo modelo sindical.

Estos tiempos de un acelerado desarrollo científico-tecnológico en manos del poder del capital, que hace que fortalezca su capacidad de dominio, de explotación y de acumulación de riquezas por sobre la pobreza de los pueblos, obligan a disputar otro territorio. Fidel Castro decía que no se puede construir ningún triunfo si no triunfan primero las ideas.

Ahora, esa disputa de ideas que se da en el territorio material y en cada organización que constituye la sociedad, hoy se da también en el ámbito etéreo e indefinido de las redes y de los mecanismos de comunicación. Hoy es necesario disputar también ese territorio. Una de las discusiones que tenemos actualmente es la del territorio de la virtualidad, que debe ser disputado y requiere organización para que no signifique un aislamiento del trabajador y de la trabajadora, y que resulte en nuevas formas de integración y de construcción del colectivo. Hay que abordar la construcción del colectivo de formas novedosas. Ya no alcanza solamente con la asamblea multitudinaria en el sector de laburo o la movilización en la disputa.

¿Va a extrañar esta casa?

Definitivamente se va a extrañar esta casa tan hermosa. La vida en un sindicato es muy distinta a la de una central sindical, porque estás en contacto permanente con los sectores de laburo. Si bien esta es una conducción nacional con una dinámica de trabajo distinta a la de una Seccional o a la de un Consejo Directivo Provincial, con responsabilidades superestructurales y macro, con definición de lineamientos, estrategias y acompañamiento, legalizando, alentando y promoviendo iniciativas, sigue siendo un espacio con mucha dinámica de actividad.

Pero la posibilidad de estar más enfocado en la Central, con toda la energía puesta allí, me va a permitir no solamente pensar en los trabajadores y las trabajadoras estatales, sino en el conjunto total de la clase trabajadora para construir herramientas e instrumentos que sirvan para transformar su realidad.

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