En 1963 la Juventud Peronista robó del Museo Histórico Nacional el sable corvo del General José de San Martín, bajo la presidencia de José María Guido (títere de la dictadura militar) para devolver “al Pueblo su fe perdida y a la República su soberanía enajenada”. Y ATE no fue ajeno al asunto.
*Nota publicada en El Trabajador del Estado de septiembre.
La audaz iniciativa surgió en un bar del porteño barrio de Constitución donde se juntaron cuatro jóvenes integrantes de la denominada Resistencia Peronista que luchaban contra la dictadura y la proscripción y por el regreso del General Juan Domingo Perón.
Entre ellos se encontraba Manuel Félix Gallardo, un ex policía que había sido exonerado por “peronista” y que estaba recién salido de su tercer arresto por acciones militantes en la mencionada resistencia.
Por esos días, Manuel, gracias a sus vinculaciones con compañeros de ATE Nacional, vivía con su familia y trabajaba en calidad de casero en la ex sede del gremio, ubicada en la calle Colombres.
Los otros tres eran el publicista Osvaldo Agosto, el ingeniero mecánico Alcides Bonaldi y Luis Sansoulet, un veterano militante de la Juventud Peronista desde 1955.
Paradójicamente, Sansoulet, “el francés”, había dibujado siendo niño en su cuaderno escolar -en el marco del centenario de la muerte de San Martín (1950)- el sable corvo del Padre de la Patria y una frase emblemática: “Libres o Muertos, Jamás Esclavos”, sin saber que llegaría a tenerlo en sus manos años después.
Él también, como Gallardo, estaba relacionado con ATE por ser cuñado de Haroldo Logiurato, quien fuera secretario general de ATE La Plata y, por esa época, preso CONINTES (el plan represivo ideado por el presidente constitucional Arturo Frondizi) tras poner una bomba en la puerta de una panadería platense.
Pero volviendo al robo, los verdaderos ideólogos del operativo fueron Agosto y Bonaldi, quiénes además planeaban llevárselo a Perón a Madrid. No solo eso, también querían concretar otros dos hechos de altísimo impacto: el robo de la bandera argentina tomada por los franceses durante la Vuelta de Obligado, exhibida en el Hotel National des Invalides en París, y un desembarco simbólico en las Islas Malvinas para reclamar por su soberanía. Audacia que concretaría Dardo Cabo tres años después.
Finalmente, el planeado robo se efectuó el 12 de agosto de 1963 sin lamentar víctimas. Golpearon la puerta del museo, tras el cierre, haciéndose pasar por estudiantes que se habían retrasado y apenas el sereno abrió un poco la puerta, irrumpieron en su interior a punta de pistola.
No hubo heridos ni escándalo. Redujeron a los empleados, rompieron el vidrio de la estantería donde se exhibía el sable, lo envolvieron en un poncho y escaparon raudamente en un Peugeot 403.
Gallardo se bajó en la esquina de avenida Belgrano y Saavedra y caminó hasta la actual sede de ATE Nacional para pasar allí la noche en un sótano donde hoy los compañeros de mantenimiento tienen sus herramientas. Por aquellos años, la histórica sede era un refugio habitual para las reuniones de la Resistencia Peronista.
El resto fue al encuentro de Aníbal Demarco, el que fuera luego ministro de Bienestar Social de Isabel Perón, quién se encargó de esconderlo -tras idas y vueltas- en una estancia en la localidad de Maipú, cerquita de Mar del Plata.
Los atrevidos militantes de la JP hicieron circular rápidamente un comunicado donde se adjudicaban el robo, exigían la libertad de los presos políticos y el derecho del pueblo a ejercer su voluntad además de garantizar al pueblo que cuidarían el venerado sable usado en los combates de San Lorenzo y Maipú: “El pueblo no debe albergar ninguna preocupación: el corvo de San Martín será cuidado como si fuera el corazón de nuestra madre; Dios quiera que pronto podamos reintegrarlo a su merecido descanso”.
La persecución no tardó en desatarse y a los pocos días Agosto y Gallardo son detenidos y salvajemente torturados en las mismas comisarías donde dieron muerte e hicieron desaparecer a Felipe Vallese años después.
Gallardo, cansado de la tortura y los golpes, decide adjudicarse el delito otorgándole nombres falsos a sus cómplices. El sable, por su parte, seguía en manos de Demarco quién pidió consejo a un ex capitán del Ejército – también dado de baja por “peronista”- llamado Adolfo Phillipeaux. El mismo que había organizado en 1956 un levantamiento militar en La Pampa, con la participación de ATE, en los amargos días de la Operación Masacre que investigara Rodolfo Walsh.
Finalmente, el ex capitán Phillipeaux entregó el sable en las manos del General Lanusse quién a su vez se lo dio al General Juan Carlos Onganía, por entonces jefe del Ejército. Militares ambos que llegarían a gobernar el país en condición de dictadores.
La JP, por su parte, continuó su lucha por el regreso del General Perón y solo dos años después volvió a robarse el mismo sable del mismo museo. Pero esta vez, ATE (hasta que se demuestre lo contrario) no tuvo nada que ver.
Por Honoris
Fuentes: Historias de ATE. Tomo 4 (1955/1966). Daniel Parcero (CTA Ediciones) y El sable. Un thriller peronista. Rodolfo Piovera (Ediciones Ciccus).