¿Quién
no ha parpadeado ante alguna aguafuerte de Eduardo Galeano, como nosotros
ahora, transcribiendo un fragmento de El libro de los abrazos? Parafraseándolo,
tampoco somos buenos para los adioses, cuando no caben palabras que describan
la ausencia en el espíritu que deja su partida.
Su
obra más importante, Las venas abiertas de América latina, comprende la
historia del accionar criminal del imperialismo en nuestras tierras mejor que
ninguna otra crónica o libro de historia. ”Soy un escritor que quisiera
contribuir al rescate de la memoria secuestrada de toda América, pero sobre
todo de América Latina, tierra despreciada y entrañable”, supo decir, y lo logró.
Prosiguieron
Memoria del Fuego, El libro de los abrazos, El
fútbol a sol y sombra, Espejos y Patas arriba. Un encadenamiento de
letras que tuvo su primer eslabón en los ’60 como editor del semanario Marcha y
Época.
Como todo intelectual comprometido con su pueblo, fue
perseguido por la dictadura militar. Se exilió en la Argentina, donde fundó la
revista cultural Crisis. Regresó a Uruguay en 1985, cuando creó con Mario
Benedetti, entre otros, el semanario Brecha.
”Yo
escribo para quienes no pueden leerme. Los de abajo, los que esperan desde hace
siglos en la cola de la historia, no saben leer o no tienen con qué”.