Iniciamos un año particularmente simbólico, importante y complejo para los trabajadores y las trabajadoras, y para todo el pueblo argentino. Un año en el que conmemoramos los 40 años de vida democrática ininterrumpida en el país por primera vez en nuestra historia, pero en el que, sin embargo, los balances de la misma indican indudablemente que estamos lejos de los sueños desplegados allá por el año ’83, cuando lográbamos la derrota de la dictadura genocida, dado que en lo sustancial hemos avanzado mucho en derechos individuales pero retrocedido muchísimo en derechos colectivos.
La consolidación de la matriz productiva y de distribución instaurada por la dictadura nos ha dejado un saldo de crecimiento inaceptable de la pobreza y del hambre en la Argentina. Por lo tanto, profundizar el debate y la acción de cómo construir una democracia más plena y participativa sigue siendo un desafío trascendental. Mucho más cuando instituciones democráticas han sido cooptadas por los factores de poderes corporativos como sucede en el plano del sistema judicial, y aún en el plano de la vida laboral donde el sistema del unicato sigue siendo un mecanismo que limita la libertad y la democracia sindical.
Este es un año en el cual tendremos elecciones generales y cuando se elige presidente o presidenta se elige el proyecto de sociedad y de país. Estas elecciones tendrán un sesgo particular, porque luego de la rebelión de fines del siglo pasado y de principios de este siglo, no solamente en Argentina, sino también en buena parte de Latinoamérica, se abrió un tiempo de experiencias de gobiernos progresistas y populares –o neodesarrollistas, según las distintas denominaciones- que planteó un ciclo de integración y unidad; y luego de ese período devino una reacción conservadora a partir del 2015 que en nuestro país, se profundizó a través del macrismo con políticas neoliberales y dependencia a partir de esa estafa llamada deuda externa –que deberíamos llamar deuda eterna para la dependencia- que firmaron Macri y el Fondo Monetario Internacional.
Demostramos la capacidad de movilización y de resistencia de nuestro pueblo a estas políticas durante los cuatro años del gobierno del macrismo. Con orgullo, desde nuestro gremio sostuvimos la resistencia desde un primer momento, en aquel 24 de febrero de 2016 en el que reventamos la Plaza de Mayo con los reclamos y las propuestas de los trabajadores y las trabajadoras estatales. A partir de allí, no mantuvimos plenamente movilizados durante los cuatro años, construyendo unidad con los sectores populares. Esa unidad devino en el triunfo electoral de nuestro pueblo en las elecciones de 2019.
La experiencia de gobierno que se montó sobre esa experiencia de lucha de nuestro pueblo, hacia el final del mandato vemos que ha fracasado. Porque está finalizando el período, con un nuevo acuerdo con el FMI que se concretó el año pasado y, a partir del cual, se han restituido las políticas de ajuste. Estamos iniciando este año un evidente crecimiento de la pobreza, que ya alcanza al 43% de la población, y con una indigencia que llega casi al 10% de la misma. Y se ha profundizado la brecha de desigualdad entre los que más tienen y menos tenemos.
Desde el año 2016 hasta el año 2022 se han transferido más de 39 mil millones de dólares desde los bolsillos de los sectores de trabajadores y trabajadoras hacia los bolsillos de los sectores del capital. Es esta la razón que explica el crecimiento de la pobreza y del hambre, que explica una reactivación económica que, aunque ha generado empleo, se trata de empleo precario o cuentapropista. Por lo tanto, el fracaso de esta experiencia gubernamental, sumado al ya desastroso gobierno del macrismo, nos pone sin lugar a dudas en un fin de ciclo para las recetas tradicionales emanadas de los focos de poder como el Banco Mundial o el FMI y sus políticas que privilegian a las exportaciones o al mercado externo por sobre el interno.
Se trata de un sistema de representación política que sólo es capaz de gerenciar y administrar la crisis, pero que es incapaz de mirar más allá de la mera gobernabilidad. Es un ciclo incapaz de construir un sistema desde y para los intereses populares, y esta situación nos pone ante el desafío de asumir –como siempre- la responsabilidad de ponernos en estado de movilización permanente para que el período que va de aquí a las elecciones pueda ser un tiempo en el cual el pueblo recupere el protagonismo sin delegar, para poner en primer orden del debate la agenda que tiene que ver con los intereses de la clase trabajadora y los sectores populares.
Es por eso que, quienes asumimos esta responsabilidad desde nuestra Asociación Trabajadores del Estado y nuestra Central de Trabajadores de la Argentina Autónoma, hemos convocado a un inicio de plan de lucha por un aumento de emergencia y por superación de los límites que se quieren imponer en la discusión paritaria para estar claramente por encima de esta inflación descontrolada, que es producto de la especulación de los grandes grupos transnacionales formadores de precios y de un gobierno incapaz –o cómplice- de ponerle límite. Este plan de lucha que pusimos en marcha el 7 de marzo pasado se va a profundizar, porque además de nuestras reivindicaciones, está el derecho de construir soberanía y una sociedad más equitativa.
Soberanía, justicia social, trabajo, producción y un Estado que garantice esas premisas son los ejes que nos convocan a este plan de lucha en estos tiempos de construcción de condiciones políticas, sociales y culturales, para que el recambio gubernamental sea no la posibilidad de retroceder para que la reacción conservadora pueda reinstalarse –como sucedió en 2015-, sino que sea la posibilidad de abrir los tiempos de una perspectiva de gobierno plenamente popular. Esto requiere no solamente que no lleguemos a ese proceso electoral eligiendo el mal menor, sino que además seamos capaces de construir perspectivas gubernamentales transformadoras y emancipadoras para nuestro pueblo.
En el marco de este año también vamos camino a un proceso electoral en nuestra Asociación Trabajadores del Estado. Estamos convencidos de que habremos de enfrentarlo con la capacidad de consolidar un proceso de reinvención de nuestro gremio que iniciamos allá por el 2015. Ese proceso permitió, a través de la participación de todos nuestros afiliados y nuestras afiliadas, seguir creciendo como organización: Hoy, orgullosamente, llegamos a tener un padrón de 316 mil afiliados y afiliadas, y vamos a seguir encaminados en la perspectiva de alcanzar los 500 mil y las 300 Seccionales para acrecentar la capacidad de organización y de instalación en todo el territorio de la Nación. Es un proceso de protagonismo de nuestro gremio para seguir construyendo un Estado democrático y popular, que requiere que nuestro gremio esté unido y fuerte, movilizado y transformador.