La suspensión arbitraria de las elecciones de la CTA A por
parte Ministerio de Trabajo a petición de Pablo Micheli, nos retrotrae al año
2010 cuando el candidato que había resultado perdedor, Hugo Yasky, le solicitó
al Ministerio de Trabajo que desconozca el veredicto de la votación directa de
los trabajadores.
Es coherente Triaca al responder con la misma lógica que
utilizo Tomada entonces: elije y defiende al “representante” que perdió en
detrimento de los candidatos que eligieron los “representados”.
Si hacemos memoria, la tergiversación de valores y de
prácticas nos interpelo para parir en 1991 el Grito de Burzaco, en 1992 el
Encuentro de trabajadores en Rosario y el Congreso de Parque Sarmiento y, al
cabo de cinco años, fundar una nueva Central de Trabajadores en la Argentina.
Alcanzando el reconocimiento con la Inscripción Gremial otorgada por el
ministro Armando Caro Figueroa en 1997, que legalizó después de mucha lucha la
herramienta para terminar con el Unicato en la Argentina.
La CTA fue hija del tiempo histórico de la caída del campo
socialista y la traición del peronismo. Tuvimos que llegar a esa crisis de
paradigmas para cuestionar la delegación en quienes decían una cosa y hacían
otra. Y así parimos un tiempo de autonomía que nos seguirá reclamando
coherencia y perseverancia.
Optamos por un modelo sindical que reconoció la unidad más
alta, la de la Clase Trabajadora, y por eso determinamos afiliación directa de
cada trabajador (el que vive, el que quiere vivir o el que vivió de su
trabajo), que nos llevó al mayor grado de democratización realizando la
elección de los dirigentes por el voto directo de los compañeros.
La CGT no acepta trabajadores, su estatuto define que se
afilian los Sindicatos y los dirigentes se eligen por Congreso de Delegados
elegidos por uniones o federaciones que la componen.
Lo nuestro fue producto de aquel conflicto de representación
que todavía hoy perdura en muchos aspectos, pero que no se resuelve cambiando
solamente al “representante” sino construyendo “poder de los representados”.
Por eso los empresarios, los gobiernos (sean del PJ, UCR o
PRO) y los sindicalistas de la CGT defienden al “unicato” concentrando el poder
en unos pocos con “poder de lapicera”, firmando a la baja las condiciones
salariales y de trabajo.
Después del último genocidio, empezamos a ver que para
muchos gremialistas el poder no estaba en la fortaleza de los niveles de
conciencia y organización de sus afiliados, sino en el poder económico alcanzado
con el manejo de la “caja”. Y muchos de esos dirigentes ya no solo se visten o
viven como empresarios, sino que son empresarios.
Fueron poco de a poco eligiendo y defendiendo las Obras
Sociales para una parte de los trabajadores y no la salud Publica para todos
los trabajadores; o fueron cómplices de la creación de las ART, un gran
negociado a costa la salud de los trabajadores dejando de lado la Prevención y
reparación integral de accidentes y enfermedades laborales.
Nosotros decidimos emprender el camino de constituirnos como
sujetos de necesidad, y también conquistar derechos. No delegamos en nadie
nuestra voluntad de organizarnos. Por eso está sembrado el territorio nacional
de organizaciones sindicales por fábrica, rama de actividad o confederaciones
de trabajadores privados o estatales; de trabajadores precarios o
convencionados, de la economía popular, autogestionarios, de las organizaciones
del movimiento territorial o de educadores populares defensores de los niños,
jubilados, pensionados y todas las formas y particularidades que ellos mismos
reconozcan.
El Estatuto de la CTA se base en tres pilares: Afiliación
directa; Elección directa; y Autonomía del Estado, los empresarios y los
partidos políticos. Las dos primeras la garantiza el Estatuto, pero la tercera
sólo se garantiza con el poder propio de los trabajadores para realizar lo que
creemos y deseamos hacer.
Eso es lo que estuvo en juego cuando trataron de que no se
lleven a cabo las elecciones de la CTA-A, y nosotros pudimos demostrar en todo
el país que la elección es de los trabajadores y NO de los patrones.
Tengo la alegría de ver que los más de 17.000 candidatos
fueron mayoritariamente jóvenes, hijos del 2001 y herederos de los sueños de
los setenta y de la resistencia de los noventa, y que sabrán estar a la altura
de la historia, la lucha y los sueños de la clase trabajadora argentina.
Por eso nos movilizamos el 8 de agosto hacia las urnas para
proclamar nuestra voluntad de elegir a los compañeros con los que vamos a
construir la CTA del Siglo XXI.