Entre agosto y octubre elegiremos a quienes nos
representarán en el Congreso de la Nación, en las legislaturas provinciales y
en los concejos deliberantes locales. Asistiremos a las urnas sumergidos en una
política económica y social que nos come el salario y le pone un techo a
nuestros reclamos, mientras el gobierno afila sus uñas para implementar nuevas
y regresivas reformas en el Estado, en las jubilaciones y en las relaciones
laborales, como informamos en este número de nuestro periódico.
Por esa razón, teniendo en cuenta que todos estamos de
acuerdo en que no vamos a votar a nuestros verdugos, más allá de cuál sea la
opción que cada uno elija entre la amplia gama de expresiones del fragmentado
campo popular, el tema es
cómo organizarnos para construir un proyecto propio con identidad de clase
trabajadora, una propuesta nueva, una alternativa diferente a lo ya conocido.
Que no debe ser una alternativa válida únicamente para el día de la elección,
sino a una construcción política que nos permita dar batalla todos los días, intentando
modificar favorablemente las relaciones de fuerzas en nuestra sociedad. Un
instrumento de los trabajadores y trabajadoras, del pueblo argentino, para
construir un proyecto de liberación, para construir una sociedad distinta.
Cambio
de etapa
Más allá de la coyuntura electoral, en Argentina estamos
viviendo un cambio de etapa que nos obliga a redefinir nuestra estrategia política como clase
trabajadora y afirmarnos en dos valores fundamentales: la autonomía y el
proyecto propio.
Desde 1976 hasta hoy, el salario y el mercado interno
dejaron de ser los indicadores principales para analizar la economía, siendo
reemplazados por la especulación financiera, la deuda y el mercado externo. Por
eso no alcanza dar la pelea por salarios dignos o por pases a planta permanente,
sino que también debemos discutir las políticas públicas de la producción, la
salud, la educación; la organización del Estado y, fundamentalmente, las
articulaciones con la comunidad y sus diversas organizaciones populares.
Esa es la unidad que hay que construir, la unidad en lo
cotidiano, la unidad de aquellos sectores del campo popular que estén dispuestos
a discutir una perspectiva diferente para esta sociedad en esta etapa política.
Una unidad que se construye en la calle, codo a codo, como lo hicimos este 7 de
agosto marchando con la CCC, Barrios de Pie y la CTEP desde San Cayetano hasta
la Plaza de Mayo en una masiva e integradora movilización por Techo, Tierra,
Pan y Trabajo.
Tercera
Reforma del Estado
Atravesamos una etapa en la que un hijo directo de la
oligarquía y de los grupos empresariales llegó a presidente por el voto de la gente,
algo que no pasaba desde la época de Sáenz Peña. Históricamente, los grupos de
poder oligarcas y trasnacionales gobernaban únicamente a través de golpes de
estado, o traicionando el mandato de los movimientos populares.
Este nuevo escenario es el que permite aplicar esta Tercera
Reforma del Estado en curso, que intentan imponer, fundamentalmente, a través
de la asociación de empresas privadas con el Estado para hacer negocios en
áreas específicas. Un escenario en el que se impondrán nuevos tratados de libre
comercio en el marco de la OMC y las exigencias del FMI, que implicarán pérdida
de soberanía, nuevas privatizaciones y diversas concesiones a las
multinacionales.
Lo que se viene es un cambio de etapa, más que de coyuntura, lo que nos obliga no sólo
a resistir, sino a reinventarnos como organización y a reinventar las
articulaciones con otras organizaciones del movimiento popular. Y
debemos ser protagonistas de esas nuevas invenciones que surjan del campo
popular, para enfrentar a esa concentración económica del poder que impulsará el
desmantelamiento del Estado democrático y una mayor fragmentación social.
Un
crecimiento necesario
En ese contexto resulta impostergable el crecimiento de
la organización de la clase trabajadora en general y de nuestras organizaciones
en particular; porque ATE y la CTA son actores claves en la perspectiva de la
construcción de una nueva alternativa de transformación política en nuestro
país.
En las elecciones
de nuestro gremio en el 2015 éramos 250 mil afiliados, hoy orillamos los 300
mil, pero tenemos que ser más. Si crecemos en afiliados vamos a crecer
en delegados electos, en seccionales, en expansión territorial y en cada sector
de trabajo. Es nuestra la posibilidad de volver a ser mayoría entre los
estatales nacionales y de aumentar la organización de los trabajadores provinciales
y municipales para terminar con una de las mayores perversidades de esta
democracia renga y tuerta: que los compañeros de los municipios no tengan
Convenio Colectivo de Trabajo ni derecho al salario mínimo, vital y móvil.
Reforma
del estatuto
En ese desafío por reinventarnos, debemos tener un gremio
en estado de asamblea hasta el Congreso Nacional Extraordinario, para poder debatir los cambios
necesarios en nuestro Estatuto que garanticen un sindicato más democrático, más participativo, más
federal, más abierto a la participación de los jóvenes y de las mujeres.
En ese camino todos los afiliados y las afiliadas debemos
estar en condiciones de proponer y discutir las reformas necesarias en
asambleas, en plenarios de delegados y en todos los ámbitos orgánicos de
nuestro gremio.
Congreso
de la CTA Autónoma
En esa misma dirección debemos alentar y promover la
realización de un Congreso Nacional Extraordinario de nuestra CTA Autónoma,
para discutir qué proyecto tenemos para la clase trabajadora y qué entendemos
por unidad de los trabajadores. Es la oportunidad de discutir si unidad es
amontonamiento o un proyecto propio para construir un nuevo modelo sindical en
la Argentina. Discutir y
decidir si queremos un corte y pegue de siglas para que nos conduzcan
dirigentes que fueron adalides de la división y la pérdida de autonomía de la
CTA, o queremos transformar la realidad hacia adelante construyendo la unidad
de los trabajadores y trabajadoras en la lucha y en el debate fraterno en pos
de recrear un movimiento político, social y cultural de liberación.
En esa discusión, desde ATE tenemos una gran responsabilidad
por su capacidad organizativa, por su inserción en todo el territorio y por la
gran cantidad de dirigentes en la conducción de la CTA. Responsabilidad que
conlleva una enorme tarea y un inmenso esfuerzo que no podemos esquivar, porque
una ATE sólida y una CTA fortalecida por el debate interno, son herramientas
políticas poderosas para la construcción de poder popular.
Alentar
un sueño
La política es un instrumento de transformación y la
participación electoral es importante, no tenemos dudas. ATE aportó grandes
hombres y mujeres al Congreso Nacional y a las legislaturas provinciales y,
entre otras leyes, la de Germán Abdala sobre Convenios Colectivos para
trabajadores nacionales.
Hoy también hay compañeros y compañeras participando en
distintas experiencias electorales a lo largo y a lo ancho del país. Pero ATE
no es de los partidos políticos ni de los gobiernos que ellos integran, sino de
sus afiliados. Porque la autonomía de nuestro sindicato y de todas las
organizaciones libres del pueblo tiene un valor estratégico para la
construcción de una democracia más participativa.
A los trabajadores nos costó sangre recuperar la
democracia y, a pesar de ello, hoy tenemos un gobierno elegido democráticamente
que gobierna para los ricos. Fuimos derrotados; y la única posibilidad que
tenemos de salir de este fracaso es forjando una democracia que gobierne para
las mayorías.
A nuestro pueblo no le falta capacidad de resistencia ni
espíritu de lucha; lo vemos todos los días en las calles. Lo que nos falta es
un proyecto propio que le dé sentido a nuestras vidas, una alternativa verdadera,
la esperanza de un futuro mejor.
Ese sueño de tener
un país donde los trabajadores estatales no tengamos sueldos miserables,
precariedad laboral o inestabilidad es posible; y desde ATE tenemos la
posibilidad y la responsabilidad de alentarlo.