ATE

El Secretario Gremial de ATE ejerció una fuerte crítica sobre las pretensiones que tienen los gobernadores de apropiarse de las riquezas que pertenecen, como un bien común, a todos los argentinos y que tan bien se establecieron en la constitución de 1949

Debemos
volver a ser dueños de los recursos como Estado nacional
  y proteger nuestras riquezas para el bien de
todos los argentinos y no, como ahora, que las empresas privadas hipotecan
nuestro futuro, se llevan nuestras riquezas y las provincias pugnan por
transformarse en estados-empresarios, desiguales entre sí, ya que las hay ricas
y menos ricas o más pobres. Por lo tanto, si el Estado nacional no se hace
fuerte en este aspecto, se funda la desigualdad a lo largo y ancho del país.

Por
otro lado, hay que respetar y volver a restituir los valores esenciales
mencionados en el artículo 40 de la Constitución de 1949, que expresaba en una
parte de su texto: “Los minerales, las caídas de agua, los yacimientos de
petróleo, de carbón y de gas, y las demás fuentes naturales de energía, con
excepción de los vegetales, son propiedad imprescriptibles e inalienables de la
Nación, con la correspondiente participación en su producto que se convendrá
con las provincias. Los servicios públicos pertenecen originariamente al
Estado, y bajo ningún concepto podrán ser enajenados o concedidos para su
explotación. Los que se hallaran en poder de particulares serán transferidos al
Estado, mediante compra o expropiación con indemnización previa, cuando una ley
nacional lo determine”.

En
este sentido, es fundamental que busquemos restablecer este sentido de la
propiedad en el pueblo y sus gobernantes. Hoy tenemos un modelo neocapitalista
asentado desde hace años en el poder, que ejerce la política del despojo a
través de las privatizaciones o delega en las provincias la propiedad de bienes
comunes a todos los argentinos. De esta manera, una provincia petrolera, con
aquella que no tiene ni petróleo, ni ganadería, posee desventajas comparativas
de todo orden: social, económicas o asistencial. En tanto, esos recursos sean
del Estado nacional, la proyección y distribución será más equitativa y más
lógica y alcanzará a cualquier habitante del país en cualquier lugar que se
encuentre. Claro, no somos inocentes y sabemos que esto es casi utópico, pero
depende de nosotros exigir, controlar y custodiar que esos recursos y lo que
producen esos recursos, sean bien distribuidos y administrados por quienes
están temporalmente en un gobierno, independientemente de la ideología y el
partido, porque aquí tenemos que hacer prevalecer el bien común, por sobre las
mezquindades a las que nos han acostumbrado.

 

Derechos de los trabajadores

Con
respecto a los derechos laborales y a la situación actual de los trabajadores
que han ido perdiendo potestades ganadas en las conquistas sociales que llevó
adelante Juan Perón y que tan bien quedaron expresadas en la Constitución de
1949, debemos reencontramos con los valores que hemos perdido como sociedad. No
vamos a poder restablecer aquellos valores que el General Perón puso en la
letra firme de la Constitución de 1949, que fundamentalmente y entre muchas
conquistas logradas, en lo que podríamos llamar un nuevo orden, le daba a los
trabajadores herramientas fundamentales para pelear en el futuro por sus
derechos y por tener un lugar de reconocimiento en la sociedad a la que todos
ayudamos a construir desde nuestros puestos de trabajo.

Hago
referencia a lo que el 24 de febrero de 1947 Perón dijo en un acto público
donde proclamó los Derechos de los Trabajadores, los cuales, posteriormente, en
1949, fueron incorporados a la Constitución nacional. Perón sostuvo, entonces,
que las instituciones democráticas y republicanas son las únicas que pueden
garantizar la libertad y la felicidad de los pueblos y cuando lo dijo es porque
tenía una mentalidad y una visión adelantada a los tiempos que vendrían. En ese
marco, Perón compuso una democracia que tendría que haber sido eterna, de no
ser por las salvajes y desmedidas ambiciones de un sector irracional de las
Fuerzas Armadas con complicidad de algunos civiles, que cambiaron aquel esquema
de constitucionalismo social que fundó nuestro líder, el cual incorporó
derechos de segunda generación, reconoció la igualdad entre el hombre y la
mujer, puso como prioridad de gobierno la función social, estableció el derecho
de los niños, la ancianidad y elevó el derecho laboral de los trabajadores.

Alguien
por ahí dijo que la existencia de los Derechos del Trabajador son la quinta
esencia del peronismo. El derecho  a
huelga es una conquista incomparable del Peronismo, pero lamentablemente
durante mucho tiempo ese derecho fundamental de los trabajadores fue aplastado
por las botas luego que llegara el golpe de Estado de 1955, denominado
Revolución Libertadora, donde Aramburu reestableció la Constitución de 1853 y
las sucesivas reformas hasta 1898. En ese periodo fuimos anulados en nuestros
derechos pero no en nuestras convicciones y el pueblo trabajador que siempre
tuvo presente a Perón, supo aplicar aquellas palabras que el General dijo en su
discurso ante los constituyente del 49: “Hoy” -refirió Perón –  “no es posible pensar organizarse sin el
pueblo, ni organizar un Estado de minorías para entregar a unos pocos
privilegiados la administración de la libertad. El progreso social y económico
y las regresiones políticas que el mundo ha registrado en los últimos cien
años, han creado necesidades ineludibles; no atenderlas proveyendo a lo que
corresponda, equivale a derogar los términos en que fue concebida por sus
autores”. Estas palabras son el fundamento de aquella reforma constitucional:
más trabajo, más derechos, un Estado más fuerte, mejor distribución.

Por
otra parte, el pacto de Olivos de 1994 que sellaron Carlos Menem y Raúl
Alfonsín fue una sustitución de reglas que favorecían en ese momento el
afianzamiento del poder de Menem y, a pesar que algunos creen aún en que era
necesario sostener aquellos acuerdos, creo que fue un retraso en lo
institucional para el país y una pérdida de libertades y derechos para los
trabajadores. Fue una medida de neto corte neoliberal que abonó el camino para
lo que terminó en la absurda y trucha Reforma Laboral del 2000, que impuso la
precarización laboral y la flexibilización, medidas exigidas por el FMI que
para ganar confianza en los mercados internacionales obligó a desregular los
Mercados y privatizar las empresas públicas.

Como
dirigente de un sector sindical como la Asociación Trabajadores del Estado y la
Central de Trabajadores de la Argentina, no tengo más que reivindicar los preceptos
peronistas de Perón y rescatar aquellas ideas, aquellas enseñanzas visionarias
de nuestro líder y traerlas en el tiempo para volver a aplicarlas en beneficio
de todos los compañeros. Sin duda, aquel pensamiento superador del peronismo no
se perdió y, a pesar de los personajes que a lo largo de la historia han
tratado de destruir nuestro dogma, vamos a luchar por reponerlo, restaurarlo y
llevarlo adelante como estandarte de esta nueva generación política del
peronismo que ha comenzado a crecer en el país y de la cual formo parte.

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