Presentación: La aparición de la pandemia debido al corona
virus ha desencadenado una profundización de escenarios de crisis tanto a nivel
mundial, regional y en nuestro país indudablemente. Ahora bien, desde el
material que se presenta a continuación, se procura puntualizar condiciones
recesivas que ya se vivían en los distintos escenarios, y que incrementa las
posibilidades de asistir a una depresión generalizada. Por lo que resulta
importante tratar de describir, sucintamente las condiciones previas a la
pandemia. Así mismo y dado que en los procesos de crisis en el orden
capitalista se agudizan las condiciones de desigualdad, y los sectores del
poder económico intentan descargar el peso de las mismas sobre el resto de la
sociedad, se plantean para nuestro país una serie de propuestas que hagan que
sea ese poder económico (grandes fortunas, cúpula empresarial concentrada y la
gran banca privada), el que hoy aporte los recursos necesarios. Llevar adelante
estas iniciativas, impone la rediscusión del papel del Estado, orientado a
garantizar formas de regulación que permitan garantizar las condiciones de
reproducción social con mayor equidad, para enfrentar la pandemia y encarar
luego un proceso de recuperación conjugado en condiciones de mayor igualdad.
CRISIS ANTES DE LA CRISIS
Es preciso dejar en claro que esta
crisis tiene componentes que ya existían en el ordenamiento del funcionamiento
actual del sistema capitalista mundializado, antes de la aparición de la
pandemia. Tiene muchos puntos de continuidad con la crisis del 2008 y tiene
puntos de diferencia, a los que es necesario referirse. Como punto en común
podemos caracterizar que estamos frente a una crisis que no se resuelve, y que
tiene como marco las contradicciones entre las relaciones capitalistas y los
impactos que introduce el cambio tecnológico: generación de excedentes
extraordinarios por vía del incremento de la productividad y la reducción del
consumo de la fuerza de trabajo por unidad de producto y apropiación privada y
concentrada de los mismos, produciendo fenómenos simultáneos de depresión del
consumo de masas, sobreinversión y sobreacumulación de capitales. Este
escenario nos pone frente a enormes masas de plusvalor que no encuentran donde
valorizarse y que terminan generando burbujas especulativas, montañas de
capital ficticio sin contrapartida en la economía real. Este proceso, que no
encontró resolución luego de la crisis del 2008, se refleja en un bajo
crecimiento de la economía, baja tasa de inversión productiva y bajo
crecimiento del comercio mundial. Fenómeno acompañado por un crecimiento
exponencial del endeudamiento a escala global, endeudamiento tanto de los
Estados, corporativo (de las empresas) y de las familias. En su informe 3 sobre
el Comercio y el desarrollo del 2018, la UNCTAD (organismo de las Naciones
Unidas para el Desarrollo), señala que a comienzos de ese año a escala global,
ese endeudamiento había llegado a los 250 billones de dólares, el triple del
Producto mundial, contra los 142 billones de una década atrás. Cabe así mismo
mencionar, que una parte sustancial del endeudamiento corporativo, fue a
alimentar inversiones financieras especulativas y recompra de acciones de esas
mismas empresas que generaron una exuberante valoración bursátil sin creación
de valor.
NUEVOS ELEMENTOS
O sea, que lo que estábamos analizando, era
que se habían gestado las condiciones para el estallido de una nueva crisis. La
incertidumbre era acerca de cuándo venía, y cuándo iba hacer su aparición el
cisne negro que la desatara. Como aspectos nuevos y que no estaban presentes en
la crisis del 2008, por lo menos con la importancia que lo están hoy, hay dos
nuevos componentes. En primer lugar las disputas proteccionistas entre Estados
centrales afectados en término de desigualdad social por los resultados del
redespliegue productivo global, y que tiene por objeto capturar los mayores
beneficios en el reparto de la globalización. Aparece Estados Unidos como un
actor central pretendiendo recuperar espacios y en ese marco la virulencia del
enfrentamiento comercial con China ocupa un rol fundamental. Por otra parte,
otro factor que no estaba presente en 2008 son los enfrentamientos alrededor
del cambio en la matriz energética que se expresan en dos aspectos. Por un
lado, en la guerra de precios de los productores de hidrocarburos
convencionales, es decir la disputa de Rusia y Arabia Saudita, y que junto a la
caída de demanda mundial, ha llevado el precio del petróleo a apenas por sobre
los 20 dólares el barril. Así mismo, el establecimiento de precios tan bajos
busca forzar un parate de la producción del shale de un Estados Unidos
transformado en un jugador central en la discusión petrolera mundial y puesto
en conflicto, original por cierto, con uno de sus aliados principales en Medio
Oriente, que es Arabia Saudita. También aparecen actores en la disputa por el
camino a energías más limpias, versus los dependientes de combustibles fósiles.
En ese sentido, China parece estar recorriendo el camino hacia las energías más
limpias y en esa dirección está incorporando alrededor de un millón de
vehículos eléctricos por año. Es decir, sobre este trípode: crisis no resuelta
en la acumulación de capital, disputas por el proteccionismo, y disputas por el
cambio de la matriz energética, elementos que ya permitían avizorar que la
economía mundial transitaba hacia una nueva fase recesiva, hace su aparición la
pandemia, desestabilizando aún más un cuadro ya inestable como el descripto.
Generando un escenario de mucha mayor incertidumbre y de mucha mayor
complejidad, y abriendo la puerta no ya un proceso recesivo, sino a la
posibilidad de que se desencadene una depresión generalizada de la economía
mundial Este escenario, que nos coloca en un círculo de caída de la producción,
caída del consumo, mayor caída de la producción, pérdida de los ingresos,
pérdida para los Estados, para las empresas y para las personas, y que impone
una ruptura de la cadena de pagos y de imposibilidad de afrontar los
compromisos de deuda, hecho este que retorna en términos de ruptura del crédito
y mayor profundización caída de la producción. Es decir, estamos ingresando en
una espiral descendente que tiene difíciles pronósticos, y que se expresa en
los procesos de destrucción de capital y desvalorización, que evidencian los
mercados bursátiles. En ese contexto aparecen paquetes de financiamiento
promovidos por los países centrales (Estados Unidos, Alemania, Banco Central
Europeo). Y el intento de ponerle un piso a la caída. En síntesis, la pandemia
cataliza, acelera y profundiza una crisis que ya estaba en ciernes. En igual
sentido, sostener este planteo pone en duda aquellos pronósticos que, suponiendo
el final de la pandemia en los próximos dos meses, prevén una rápida
recuperación de la economía y el comercio mundial. ¿Cómo esta crisis va a
impactar en la Región? Obviamente el impacto en el canal comercial es
fundamental. Las exportaciones de materia prima de nuestra región tienen por
destino los países que hoy están atacados por esta crisis en el hemisferio
norte. El turismo y los servicios van a golpear muy fuertemente en América
Central, en América Latina y en Argentina también. El parate productivo que ya
traía la guerra comercial, sumado al que profundiza la aparición de la
pandemia, golpea fuertemente sobre la interrupción generalizada de las cadenas
globales de valor, con especial intensidad tanto en Brasil como en México. Esto
tiene un aditamento, que es el deterioro de los precios de los commodities. Una
gran diferencia para la región en comparación con la crisis del 2008, es que
justamente en aquel momento, la región venía de una situación de elevados
precios internacionales, que le había permitido acumular un importante volumen
de reservas, que permitieron que los gobiernos de la región pudieran surfear en
ese momento la crisis. Vale resaltar que China que hace una década actúo como
un dinamizador para arrastrar favorablemente a la economía mundial, hoy ha
recortado sus proyecciones de crecimiento para este año a sólo un 3.5%. Lo cual
obviamente afecta la situación de los precios de los commodities. En este
marco, ¿Cómo nos golpea la crisis en Argentina? Lo que hay que aclarar y
particularizar es que este marco encuentra a la Argentina, y es un rasgo común
en los países de la región, con márgenes de informalidad, precariedad, pobreza
y de indigencia muy altos. Después de la trágica experiencia del neoliberalismo
macrista, nosotros tenemos casi un 40% de pobreza, y 10% de indigencia. Cabe
puntualizar que desde el 2010 hasta los años de la recesión macrista se venían
alternando períodos de crecimiento y de caída de la actividad. Con lo cual,
podemos decir que Argentina afronta la pandemia en el marco de diez años de
estancamiento. Que se agravaron en los últimos dos años con caídas importantes
del PBI estancamiento e informalidad, donde prácticamente el 50% de la fuerza
de trabajo ocupada presenta algún grado de precariedad, lo cual dificulta aún
más la situación.
Es decir, este cuadro hace que la pandemia agrave el cuadro
social. Pero dicho cuadro, donde la pobreza y la indigencia tienen por
correlato situaciones de hacinamiento, de falta de vivienda, de limitaciones al
acceso al agua potable y de falta de higiene y salubridad, le plantea
restricciones al mantenimiento de una cuarentena generalizada. Ya que la misma
potencia, si no se actúa con celeridad y eficacia, la desigualdad y el
deterioro social. Lo planteado impone una drástica alteración de las
prioridades con las que se conducía el paradigma gubernamental en materia
económica. Hasta este momento el gobierno intentaba modificar la estructura de
precios relativos de la economía resultante del macrismo, mientras negociaba
una solución al endeudamiento externo. En este marco la prioridad asignada a la
resolución de la deuda impactó en términos de una fuerte austeridad fiscal, que
limitó la posibilidad de utilizar al Estado como un potente redistribuidor de
ingresos e inductor del consumo y la demanda global. En la nueva situación,
ningún acreedor puede demandarle a la Argentina un plan económico consistente.
Y la situación de crisis mundial, permite una solución acordada que postergue
los pagos por varios años o en su defecto la inmediata suspensión de los pagos.
Pero además, el debate sobre cómo reactivar la economía se ha transformado en
una discusión respecto a cómo evitar o contener una mayor caída de la actividad
y una mayor desigualdad. Sobre todo por lo que se planteaba antes, esta retroalimentación
negativa entre condiciones sociales que hacen más vulnerable a la pandemia, y
una pandemia que agrava la situación de las condiciones sociales. Cuadro este
que puede generar una situación de colapso de inimaginables consecuencias.
Entonces, parece ser necesario discutir que lo más importante, lo que está a la
orden del día, son las medidas de contención de esta situación. El gobierno ha
lanzado una cantidad de medidas: transferencia de ingresos a los sectores más
postergados, a través de bonos para dependientes de planes, beneficiarios de la
asignación por hijo y jubilados que gana la mínima. Y en los últimos días ha
incorporado a monotributistas, que son aquellos que en muchos casos encubren
relaciones laborales, monotributos sociales, trabajadores y trabajadoras
autónomas y trabajadoras de casa de familia, más el resto de la informalidad
(con las limitaciones previstas: no percibir otros planes excepto AUH y asig.
por embarazo o que no haya otro miembro del hogar con ingresos). Transferencia
de ingresos acompañada por una recuperación de la inversión pública, que se
encuentra limitada porque obviamente, frente al aislamiento que nos propone la
cuarentena, el shock de inversión, no tiene muchas posibilidades de llevarse a
cabo. Puntualmente, hoy sólo se ejecutan las que son destinadas a ampliar la
capacidad del sistema sanitario.
Otra medida importante, que alcanza a un punto
del producto bruto interno, es abrir una línea de financiamiento para dotar de
capital de trabajo a bajas tasa de interés a pequeñas y medianas empresas,
fondeadas a través de la liberación de encajes y rescate de Leliq por el BCRA.
Con respecto a las medidas que se han planteado desde el gobierno, podemos
caracterizarla como en tres rubros: la transferencia directa de ingresos hacia
a la población más vulnerable, un shock 6 de inversión pública, y el
financiamiento para la PyMES. En términos generales podemos decir que hay un
desbalance en el paquete gubernamental que privilegia la política monetaria y
la asistencia financiera, por vía el sistema bancario. Hoy no parece ser este
el camino. Los bancos no sirven para canalizar financiamiento y el tercio de
las empresas que están bancarizadas incorpora a muchas que tienen espaldas para
afrontar la situación, y deja afuera a toda la informalidad empresarial. El
camino es la política fiscal que incluye la discusión respecto a cómo generar
un piso mínimo de ingresos equivalente, por lo menos a la canasta alimentaria y
de alcance universal para el conjunto de los hogares. Política fiscal que debe
fondearse aprovechando la amplia liquidez disponible en la gran banca privada y
que debe servir para asistir de manera directa a la nómina salarial PyME.
Frente a lo agudo de la pandemia, hay que garantizar ningún hogar con hambre,
ningún hogar bajo la línea de indigencia. Y finalizada la misma, para apuntalar
la recuperación, hay que elevar el piso de ingresos de alcance universal para
alcanzar el criterio de ningún hogar bajo la línea de la pobreza.
¿Qué
herramientas creemos nosotros y que hemos planteado desde nuestra Central?:
transformar y universalizar el hoy vigente Salario Social Complementario en un
Salario Social de Empleo y Formación para las Jefas y jefes de hogar
desocupados o con ocupaciones de subsistencia. También universalizar
efectivamente la asignación por hijo e hija. Hemos demostrado que fácilmente
pueden incluirse en el sistema, tres millones de pibes y pibas que hoy están
por fuera. Promover una asignación para todas aquellas adultas y adultos
mayores que no cumplen con los requisitos de la seguridad social. Son tres
herramientas de carácter universal, o propuestas de Renta Básica, que obligan a
destacar un concepto. Y es que, frente a las formas precarias de relación
laboral hoy vigentes, la seguridad social no puede estar más atada, como en el
Estado de Bienestar, al modelo del pleno empleo del fordismo. Y por ello, hay
que animarse a pensar otras alternativas. Lo que transitemos hoy, conteniendo
los efectos de la pandemia, tiene que tener un vínculo con lo que pensamos como
recuperación posterior del proceso económico. En ese sentido pensamos que junto
al establecimiento del piso de ingresos que estamos planteando hay que impulsar
un plan de financiamiento compulsivo. Con esto queremos decir que los bancos
tienen que garantizar que se reprogramarán todas las deudas que no puedan
pagarse. Pero además, que se van activar las líneas de crédito para garantizar
el pago de salarios y el crédito para el capital de trabajo. Como decíamos, la
propuesta de volcar casi un punto del PBI a baja tasa es importante. Pero choca
con el obstáculo de la gran banca privada que no quiere habilitar líneas de
créditos. Se requiere una acción agresiva del Banco Central. Y si es necesario,
declarar de interés y de utilidad pública al sector. Para poder intervenir y
obligar, mientras dure la emergencia, con regulaciones más fuertes, a cumplir
con las instrucciones de la autoridad pública. Suspensión de pagos, renta
universal, financiamiento de la nómina salarial y el capital de trabajo de las
PyMES, son las claves de una estrategia que debe completarse con una clara
vocación estatal de comprometer a las principales fortunas y a la cúpula
empresarial en el aporte concreto frente a la crisis. Resulta intolerable
que, en contextos como el vigente, los dueños del poder económico boicoteen la
situación aumentando precios, limitando el abastecimiento o agravando el
desempleo y la caída de los ingresos. Es indispensable, en este sentido,
declarar de interés y utilidad pública aquellos aspectos de la economía que
resultan centrales para afrontar la emergencia: Alimentos, Salud, Medicamentos,
Equipamiento Médico, Transporte, Finanzas, Energía, Higiene y Limpieza. Esto
debería dotar al gobierno de instrumentos para intervenir sobre las firmas y
los bancos, a efecto de obligarlos a cumplir con las definiciones de la
Autoridad Pública. Esto permitiría colocar un bono a los grandes bancos para
dispones de la liquidez existente y no prestada por las propias entidades.
Permitiría exigir que las empresas importantes sean capitalizadas por sus
dueños para afrontar la nómina salarial y el pago de impuestos. Garantizar que
las empresas que han hecho fortunas en base a los tarifazos afronten el no pago
de las facturas con sus propios recursos. Que los laboratorios se subordinen a
la política de medicamentos que imponga el ministerio de Salud, así como
también el abastecimiento a precios razonables de los alimentos. Estas
definiciones sumadas a la posibilidad de requerir un aporte de las grandes
fortunas, considerando inclusos el dinero fugado al exterior, son algunas de
las posibilidades que hay que barajar en el presente contexto. Por otro lado,
no podemos pensar que, superada la crisis de la pandemia, la economía mundial
vuelva a funcionar como hasta ahora. Entonces, la salida que se pensaba para
nuestro país, basada en poder generar un shock de exportaciones, no tiene mucha
posibilidad. Primero, porque el mercado externo está deprimido. Segundo, porque
la apuesta a grandes exportaciones a través del shale gas para que generara
dólares, tampoco tiene perspectivas por lo ya explicado. Por lo tanto, no hay
recuperación si no es pensando seriamente en el mercado interno como actor
fundamental, impulsando un fuerte proceso de sustitución de importaciones. Ahí
tiene un rol imprescindible como inductor de la demanda agregada el piso de
ingresos de alcance universal equivalente al valor de una canasta de bienes y
servicios, que permiten a un hogar superar la situación de pobreza. Así mismo,
en el marco del derrumbe del valor patrimonial de las acciones empresarias, se
abre la oportunidad para que el Estado vuelva a ocupar un papel central en
actividades neurálgicas, sobre todo del complejo energético. Existen
condiciones para retomar por poco valor el control sobre el sector energético
(luego del proceso de destrucción de valor, hoy YPF tiene una valuación de 1000
millones de dólares). Recuperar el control sobre YPF, y el proceso de
distribución energética podría permitir volver a tener un sistema centralizado,
fundamental para pensar en un sistema productivo distinto como el que
planteamos. Entonces, si se suspenden los pagos, si hay un estricto control de
las divisas, no se paga un peso más de las reservas, y lo que entra por
comercio exterior se utiliza para incentivar el aparato económico, el
financiamiento compulsivo y la recuperación y el control del mercado de alimentos y el de la energía por parte del Estado, estamos en condiciones de
pensar en unir una estrategia productiva distinta a partir del enfrentamiento
de la pandemia. Poder desarrollar estas estrategias impone primero la
revalorización del rol del Estado. Pero resulta indispensable dejar en claro
qué significado damos a esta afirmación. Estamos acostumbrados a ver que los
más connotados gurúes neoliberales, hablando en nombre del poder económico, hoy
salen a pedir que el Estado sea el garante del orden económico que a ellos los
beneficia. Que emita, si eso es necesario para ese objetivo!! Son los que
suelen reclamar en contextos de crisis la socialización de las pérdidas, así
como en las recuperaciones proponen privatizar las ganancias. Son también los
que ya comienza a decir que el sector privado ya hizo un gran esfuerzo y que
ahora le toca al Estado y vuelven con las viejas recetas de achicar el gasto
público (salarios jubilaciones, etc.). Vale la pena afirmarlo una vez más, que
por décadas de aplicar estas políticas de desfinanciamiento y achicamiento del
sector público, hoy los Estados se encuentran inermes, tanto en argentina como
en gran parte del mundo para enfrentar sanitaria y socialmente las
consecuencias de esta pandemia. Desde los trabajadores y los sectores populares
el debate sobre el papel del Estado debe orientarse a garantizar formas de
intervención y regulación que permitan la construcción de un nuevo acuerdo
social, capaz de garantizar las condiciones de reproducción social sobre bases
de mayor justicia y equidad. A su vez, y aunque es posible que deban ser
tratados con mayor profundidad, es importante destacar algunos comportamientos
y reconfiguraciones sociales que como organización social, como organización
sindical debemos mirar con detenimiento. Tenemos que estar atentos para que
como sociedad, no permitamos cruzar una línea bastante delgada que está entre
el control de la pandemia y el autoritarismo. Porque realmente también alarma
ver los pedidos de extremo punitivismo cuando salen en boca de aquellos que,
hasta hace poco tiempo negaban que en nuestro país hubiera habido 30.000
detenidos desaparecidos, o aquellos que son los adalides de las políticas de
mano dura. Al mismo tiempo como organización de trabajadores nos vemos
desafiados. Cómo nos defendemos en estos momentos, si no podemos defender y
ejercer la organización y la acción colectiva de los trabajadores. Cómo
afrontamos el aislamiento social, el miedo al contacto, el miedo a la
circulación, cuando la organización en los lugares de trabajo y la acción
colectiva y directa para defender nuestras condiciones de trabajo y conquistar
nuevas son eminentemente colectivas? La salida de la crisis va a reconfigurar
nuestros comportamientos sociales. Frente a grandes crisis los sectores que
concentran el poder, procuran aplicar la doctrina del shock denunciada por
Naomi Klein, intentando que las soluciones a las mismas a gran escala se
vertebren profundizando las desigualdades. Estamos desafiados a descubrir
nuevas capacidades de construcción y organización social para enfrentar esta
encrucijada. Las enormes muestras de solidaridad que se ponen de manifiesto
frente a la crisis son la base sobre la que vamos a construir colectivamente
esas condiciones.
Además resulta evidente que se acelera la incorporación de
nuevas formas de trabajo. El teletrabajo, la educación a distancia o virtual,
el comercio on-line. Todas estas transformaciones, todas estas modificaciones
que formaban parte de los objetivos para limitar el colectivo de los
trabajadores, ganan un espacio en la emergencia, que difícilmente no se intente
hacerlas permanecer a posteriori como un ordenamiento social general. Como
trabajadores y trabajadoras, nuestros modelos de organización siempre adoptaron
la mejor forma para enfrentar la explotación de la fuerza de trabajo en cada
época histórica. En esta oportunidad no será distinto. Aceptamos los desafíos
que nos propone. Enfrentamos una situación de crisis. Pero estamos convencidos
que revalorizando el rol del Estado, y dando una disputa sobre los términos en
que se debe dar esa revalorización, podemos afrontar la pandemia primero, para
luego encarar un proceso de recuperación bajo contenidos de mayor igualdad.